jueves, 25 de marzo de 2010

LAS CARGAS DEL AJUSTE Y LA LEY DE DEPENDENCIA

Las asimetrías del modelo

Esta declaración en contra del sistema de protección de la Dependencia, el llamado cuarto pilar del Estado de Bienestar, es, en los momentos actuales una impudicia que alcanza niveles inéditos en la deshonestidad pública de este país. La actual crisis económica tiene su origen más remoto en las prácticas fraudulentas y delictuosas de unos avariciosos agentes económicos que, con sus títulos que envolvían hipotecas basura, abocaron al sistema financiero internacional a una situación insostenible.

En nuestro caso, además, el error de una «intelligentzia» política que fue incapaz de advertir y controlar los riesgos de la burbuja inmobiliaria agravó el problema, que ha desembocado en la situación actual: la de una sociedad aterrorizada por las malas expectativas, y que ya alberga en su seno a más de cuatro millones de parados, un volumen que todavía irá a más antes de que comience la recuperación.

Pues bien: cuando llega la hora del ajuste, la opinión pública ya sabe que, como siempre en la historia de estos episodios cíclicos, el mayor sacrificio no corresponderá a los más directamente culpables de la crisis: todos, a escote, con las clases medias en primera fila, tendremos que cargar con el sacrificio de perder nivel de vida y bienestar.

Pero de ahí a sugerir siquiera que para recomponer la figura tenemos que postergar a los dependientes -es decir, a los ancianos inválidos, a los tullidos, a los enfermos crónicos, a los más infortunados de nosotros, a quienes no disfrutan del don de la autonomía personal- hay un abismo: el que media entre la razón y la sinrazón, entre el posibilismo y la indecencia.

Ya se sabe que la ley de Dependencia se elaboró y promulgó precipitadamente, sin haber previsto las vías de financiación adecuadas, pero hay asuntos en que, por pudor, no se puede permitir que la política concreta irrumpa para tomar en rehén a quienes más necesitan del Estado para no hundirse en el dolor y en la marginalidad.

Comentario de opinión - antonio papell

Fuente : diariodeleon.es

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