Y quién cuida del cuidador?
Una exposición y un libro, coordinados por un enfermero de El Tomillar, reúnen los testimonios de personas que atienden a enfermos con dependencia
Hay gente ignorada que puede estar salvando el mundo. Entre esta gente, los cuidadores de enfermos dependientes salvan a diario un mundo quizá demasiado real como para dejar de ser ignorado por los demás. Con el objetivo de "concienciar a la sociedad y a los profesionales de la labor crucial de las cuidadoras en el sistema sanitario, hacerlas visibles y poner de relieve sus problemas", Ángel Rodríguez, enfermero de la Unidad de Continuidad Asistencial del Hospital El Tomillar, ha editado un libro y organizado una exposición itinerante.
Rodríguez, enfermero especializado en cuidados paliativos, prefiere la denominación cuidadora. "Casi nueve de cada diez son mujeres. La mayoría son esposas, madres, hijas, vecinas, amigas y trabajadoras que además dedican gran parte de su vida a la tarea de cuidar a algún familiar". Una lista de pruebas, las que tienen que superar diariamente las cuidadoras, que las convierte en las heroínas de la contemporaneidad, el más celestial de los títulos terrenales.
Sofía Ramírez Castillo ha cuidado de su madre desde los 12 años. Ahora tiene 30: "En mi recuerdo, mi madre siempre ha estado enferma. Mi hermana mayor tuvo que irse a trabajar para casarse y yo me quedé cuidando sola a mi madre. Tuve que dejar el colegio para siempre". Éste es uno de los testimonios reunidos por Rodríguez en Vivencias de un cuidador. Fragmentos de dolor y esperanza, un libro cuyo origen fue una terapia: ayudar a expresarse a las cuidadoras que componían el grupo de trabajo del taller del hospital. "Había gente que no hablaba en las puestas en común", recuerda Rodríguez, "pero sus silencios me decían que tenían algo dentro que no sabían cómo expresar. Organizamos un concurso de relatos y la sorpresa fue encontrar 48 relatos estremecedores".
Es lo estremecedor de la cruda realidad, a saber, una niña de 12 años obligada a abandonar el colegio y renunciar desde entonces a su vida. En el libro pueden leerse testimonios de frustración, soledad, desesperación, inquietud y desolación. Pero también de ternura y esperanza, lo que acaba resultando iguel de estremecedor. La misma Sofía Ramírez concluye en su relato: "Tener que cuidar de mi madre desde los 12 años me ha afectado, pero no me arrepiento de nada. Me ha enseñado lo más importante: saber cuidar a una persona y comprender a otras que también lo hacen".
Además de los escritos, Vivencias de un cuidador incluye dibujos realizados por los propios cuidadores y por personas de su entorno. La terapia era así completa: además del desahogo de la palabra, la expresión de los trazos y de la pintura. "Tienes que hacerte a la idea de que la cuidadora es una persona que puede estar semanas, meses o años atendiendo al enfermo", explica Rodríguez, "el dibujo puede reflejar más simbólicamente el ánimo de la persona. Encontramos de todo, principalmente, pozos y caminos".
Con todo ese material, Rodríguez elaboró el libro y más adelante dio forma a una exposición formada por 22 dibujos y pinturas y 9 relatos. La muestra se estrenó en 2008. Visitó Cádiz, Conil y Barcelona. Luego, gracias a su persistencia, Rodríguez logró que varios ayuntamientos y distritos de Sevilla se interesaran por la iniciativa. "Después de Dos Hermanas y Los Palacios, en junio le tocó el turno a Sevilla, en la Casa de la Provincia. Ahora está cerrada por vacaciones", señala Rodríguez, que anuncia que la exposición seguirá su itineario en otoño por los municipios del área asistencial del Hospital del Valme y por varias localidades del Aljarafe.
Un clamor resuena en quien ha visto la muestra. ¿Y quién cuida de los cuidadores?, de esa mezlca de Leopold Bloom y Ulises enfrentados heroicamente a la realidad más cotidiana y, a la vez, a los cíclopes más fantasiosos. Al frente de tales odiseas diarias, el enfermero Rodríguez, uno de esos cuidadores de cuidadores igualmente desapercibidos para la sociedad. "La Ley de la Dependencia está bien, pero no es suficiente. A la gente le hace falta hablar y sentirse apoyada. En algunos de los relatos me encontraba posdatas que me agradecían haberlas hecho hablar". Pero a Rodríguez no le persuaden los parabienes. "No creo en el altruismo. No hacemos las cosas por nada. Aunque sólo sea por esa buena conciencia al acostarnos al final del día".
Fuente : diariodesevilla.es/article
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