Todos contra la prestación económica
Aitor Pérez Artetxe, socio director de Gerokon
Cuando hace cuatro años se aprobaba la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a la Dependencia, entre los agujeros negros que la misma tenía, denunciábamos la puerta que se había dejado abierta para la concesión de prestaciones económicas en el entorno familiar y que podía suponer, como así ha sido, un agujero sin fondo.
Al amparo de la ley, más del 50% de las ayudas y prestaciones que se están otorgando desde las Comunidades Autónomas son ayudas económicas al cuidador informal, lo que las ha convertido en blanco de todas las iras, especialmente los prestadores de servicios sociosanitarios.
Estos gestores denuncian que con estas prestaciones se están poniendo en serio peligro sus negocios ya que las familias, y más en estos tiempos de crisis, prefieren coger el dinero y atender al mayor en casa descuidando, según ellos, la atención, algo que también apoyan algunas asociaciones de enfermos.
Por otra parte, también se acusa a los responsables políticos de que con estas ayudas se están ahorrando una cantidad sustancial de dinero, ya que es mucho más barato y sencillo otorgar esta prestación que facilitar una plaza residencial.
Hace unos días, comentábamos con un responsable autonómico este extremo y nos confesaba, y nos lo creemos, que ellos preferirían otorgar servicios en vez de prestaciones económicas ya que el control que se tiene es mucho mayor, especialmente en lo referente a la calidad del servicio.
No seré yo quien abandere la defensa de estas ayudas, ya se conoce nuestra postura, pero creo que, antes de lanzarse a degüello contra los perceptores de estas ayudas, es necesario hacer un par de reflexiones.
Una primera tiene que ver con la libertad de elección. Cuando tras realizar la valoración del grado de dependencia, a la familia se le ofrece el limitado abanico de posibilidades de la Ley; si no se quiere ingresar al familiar en un centro, la oferta se reduce a Ayuda a Domicilio, que da para lo que da, la Teleasistencia que está muy bien pero es eso: Teleasistencia; ó un Centro de Día, si es que tenemos alguno por la zona o hay transporte para llegar, con sus horarios y esas cosas.
A la vista de estas alternativas, muchas familias piensan que la mejor solución es mantener al mayor en casa, y aliviar la “carga” con la prestación económica. En algunos casos se ve cómo un complemento a la paupérrima pensión, en otros casos, como un pequeño sueldo para la cuidadora principal, la hija que puede o no trabajar fuera de casa, y que puede o no ser también pensionista.
En otros casos, con este sueldo se paga a alguien para que le cuide en casa.
Evidentemente este cuidador no es profesional, generalmente es economía sumergida y en el mejor de los casos servicio doméstico. Pero en cualquiera de estos casos es la familia la que lo ha elegido libremente. Algo de culpa tendrán los otros servicios por ser poco atractivos y, algo tendrá que ver también, la situación económica que es la que es. Acepto también que, en algunos casos, puede ser la tradicional picaresca, pero no creo que sean tantos los que actúen movidos por este objetivo.
La segunda reflexión tiene que ver con la calidad de vida, es decir ¿dónde y cómo está mejor la persona dependiente?
Los gestores defienden como mejor alternativa el ingreso en una residencia o con una empresa prestando el servicio a domicilio, yo tengo algunas dudas. Quizás habría que hablar aquí de la felicidad o la satisfacción de los dependientes, y si hacemos esto, en muchos casos la gente va a preferir estar con la familia porque, ante todo, la familia es la familia, y aunque nos cueste reconocerlo, afortunadamente no somos Dinamarca, la familia pesa, y como dice la princesa del pueblo “…yo por mi hija MATO”.
Creo que habría que analizar qué está ocurriendo con estas prestaciones y cuál es la casuística antes de emprender la cruzada con sus beneficiarios.
Aitor Pérez Artetxe, socio director de Gerokon
Fuente : alimarket.es/noticia
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