Romanones 2.0 o el mito del laberinto
Se atribuye al conde de Romanones la magnífica sentencia política que dice: «Hagan ustedes las leyes, que yo me encargaré de los reglamentos».
Se trata de una visión lúcida y cínica del poder de la burocracia sobre el poder de la democracia.
En otras palabras: que el poder consensuado de las leyes es susceptible de ser tergiversado por el abuso de mecanismos que no tienen nada que ver con la nobleza del fin legislativo.
El caso más evidente está en la ley de dependencia, publicitada a bombo y platillo como demostración de lo mucho que las administraciones piensan en los más débiles.
Esta ley merece un aplauso que se convierte en pitos cuando al ingenuo receptor de las ayudas se le trata como a un sospechoso de todo tipo de desmanes.
Conozco a un ciudadano que es ciego total desde 1972. Tiene 96 años, y su esposa, 90. Ese ciudadano, atraído por los cantos de sirena de los gobernantes y aconsejado por su médico de cabecera, empezó el expediente para ser receptor de algunas ayudas.
El laberinto burocrático fue para esa familia más difícil que la heroicidad de Teseo en el laberinto del minotauro. El resultado ha sido un rechazo de su petición.
No es nada nuevo.
La ley, concebida por un cuerpo sensato de legisladores, se estrella ante su aplicación. A veces es una aplicación de derecho fiscal que exige la presentación de un impreso numerado.
El funcionario, ante el papel, dice: «Lo siento, pero la máquina no me deja».
Los Mossos exigen que los huéspedes de las casas rurales rellenen una ficha personal, como sucede en cualquier hotel, y que se pueden mandar esos datos por correo electrónico, por fax o entregarlas en mano.
El casero va con sus fichas en la mano, pero le dicen que ha de ser por e-mail.
¿Se pierden los derechos de ciudadanía por carecer de ordenador? ¿Es obligatoria y más creíble la habilidad informática que el trato cara a cara? ¿O se trata de que el funcionario ahorre el tiempo de la transcripción en su propio sistema?
El nuevo obstáculo para la fluidez de la información entre ciudadano y Administración se llama Romanones 2.0.
Y a quien no le guste, se le aparta del sistema.
Joan Barril - Periodista
Fuente : elperiodico.com/es/noticias
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